Cierto día, el perro y el abuelo fueron a la montaña, entonces, ladrando, Shiro dijo: “¡cava aquí, guau, guau; cava aquí, guau, guau!”.
Cuando el abuelo cavó, encontró oro.
El vecino, que era un viejo avaro, apenas supo de esto, le pidió al abuelo honesto que le prestara a Shiro y éste aceptó.